El Señor nos regaló un testamento de amor antes de padecer en la Cruz, “amaos los unos a los otros como yo os he amado” (Juan 13,34), precisamente vienen a nuestra mente estas palabras del Buen Maestro en el doloroso momento que vivimos en Colombia, especialmente en la frontera con la hermana nación de Venezuela.
Desde hace casi cuatro años, hay un flujo creciente de personas, hombres, mujeres y niños que pasan a nuestro País a comprar alimentos, a buscar medicinas y los servicios de salud, también todo lo necesario para llevar adelante sus vidas en los más sencillos detalles. Cada semana llegan a ser 75 mil personas en un día del fin de semana.
Un drama que ha venido aumentando progresivamente en los días, ahora, tenemos casi un millón trescientos mil venezolanos en nuestra casa, además de los colombianos que han retornado, ochocientos mil.
Las distintas Diócesis de la frontera: Riohacha, Valledupar, Tibú, Nueva Pamplona, Ocaña, Málaga-Soatá, Arauca, los Vicariatos de Puerto Carreño y Vichada. El drama de estos hermanos ha tocado también a las ciudades donde otras comunidades de nuestras Iglesias han atendido esta gran crisis, ayudando a los hermanos que sufren. Sólo la Diócesis de Cúcuta ha entregado más de ochocientos mil desayunos y más de un millón cuatrocientos mil almuerzos a estos hermanos en condiciones deplorables. Un gran número de laicos voluntarios, religiosas y religiosos, sacerdotes han atendido esta gran emergencia, con caridad, amor y fraternidad.
En los últimos días esta situación de necesidad, la falta de alimentos y medicinas ha hecho aumentar el flujo de hermanos que vienen a Colombia y, previsiblemente, tendremos muchos Venezolanos que para poder sobrevivir pasaran la frontera, familias enteras.
Nos corresponde orar mucho para que esta nación encuentre un camino que resuelva sus situaciones internas, respetando la libertad, la capacidad de escoger cada nación su destino y, especialmente respetar la dignidad de la persona humana.
Al momento, en el horizonte no se ve una solución a este momento político de Venezuela, van llegando muchos hermanos, muchos niños y jóvenes que tenemos que ayudar y acoger con gran responsabilidad social y con fe, en la caridad de Cristo. Como nos ha repetido el Papa FRANCISCO, en el hermano que sufre, podemos ver y besar la “Carne de Cristo que sufre”.
Santo Tomás de Aquino, el gran teólogo y doctor nos enseña que hacer “limosna es un acto de caridad favorecido por la misericordia” (S. Th. II-II, q. 1), pero nuestra ayuda a estos hermanos es algo más, son nuestra familia que sufre, somos el mismo pueblo y con las mismas raíces, pero que nos ha separado la historia.
Cada uno de los oyentes de este programa puede empeñarse en ayudar a estos hermanos, con una palabra de aliento, con un trabajo justamente remunerado, facilitando su camino y sobre todo sembrando en ellos esperanza de un futuro mejor. Esta es una gran oportunidad para vivir el amor al prójimo, para cumplir aquello que nos relata el evangelio de San Mateo: “tuve hambre y me disteis de comer… tuve sed y me disteis de beber, estuve desnudo y me vestisteis”. (Mt 25, 35-36).
Se acerca una gran crisis, el sufrimiento de nuestros hermanos venezolanos crece, oremos intensamente por ellos y ayudémoslos con gran fe