Luces, ritmo y emociones sin pausa. Así se vivió el Rumbódromo durante el 58° Festival Vallenato, el evento musical que eclipsó todos los escenarios con una fusión de géneros, una nómina de lujo y una organización impecable que marcó historia en la capital del vallenato.
Con 36 artistas en escena, divididos en dos maratónicas jornadas del viernes 2 y sábado 3 de mayo, el Rumbódromo no solo cumplió con las expectativas: las superó. Desde las 4:00 PM hasta las 6:00 AM, una tarima giratoria mantuvo el flujo constante de música en vivo, combinando vallenato clásico, salsa, reguetón, merengue y fusiones urbanas que encendieron el alma de más de 20 mil asistentes.




Entre los artistas destacados estuvieron Oscar D’León, Tito Nieves, Eddy Herrera, Magic Juan, Mr. Black, y una constelación de estrellas del vallenato: Poncho Zuleta, Iván Villazón, Peter Manjarrés, Jorge Celedón, Churo Díaz y Diego Daza, entre otros. La diversidad musical fue uno de los mayores aciertos del evento, permitiendo a los asistentes disfrutar de tres generaciones del vallenato junto a leyendas internacionales de la música tropical.
“Trajimos un formato que triunfó en Barranquilla, y Valledupar respondió con entusiasmo y masiva asistencia. El Rumbódromo llegó para quedarse”, aseguró Carlos Padilla, empresario del evento.
El montaje técnico incluyó efectos especiales, sonido de alta fidelidad, zonas VIP con comodidad total, y un equipo humano que garantizó seguridad, atención y puntualidad. Las entradas, con precios accesibles, agotaron existencias días antes del evento.
Además del componente artístico, el Rumbódromo fue una plataforma para la economía local, generando empleos y dinamizando sectores como el transporte, gastronomía y comercio informal.
El impacto fue tal, que organizadores ya proyectan una edición itinerante del Rumbódromo por otras ciudades del país, con versiones adaptadas a las fiestas regionales.
“No fue solo música. Fue una experiencia integral que revitalizó la esencia del festival con modernidad, respeto por la tradición y proyección internacional”, comentó una asistente llegada desde Medellín.
El Rumbódromo no solo se vivió: se sintió. Y Valledupar ya lo reclama como tradición.
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