Grabadas en el alto desierto del sur de Perú hace más de un milenio, las enigmáticas líneas de Nasca siguen cautivando la imaginación. Más de mil de estos geoglifos (literalmente, “dibujos de tierra”) se extienden por el suelo arenoso de la provincia de Nasca; los restos de prácticas rituales poco comprendidas que pueden haber estado conectadas con la lluvia vivificante.
Ahora, arqueólogos peruanos provistos con drones han descubierto más de 50 nuevos ejemplos de estos misteriosos monumentos desérticos en la provincia adyacente de Palpa, trazados sobre la superficie de la tierra en líneas demasiado finas para ser vistas por el ojo humano.
Algunas de las líneas recién descubiertas pertenecen a la cultura Nasca, que dominó el área desde el 200 hasta el 700 d. C. Sin embargo, los arqueólogos sospechan que las culturas anteriores de Paracas y Topará tallaron muchas de las imágenes recién descubiertas entre 500 aC. y 200 a.D.
A diferencia de las icónicas líneas de Nasca, la mayoría de las cuales solo son visibles desde el aire, los antiguos glifos de Paracas fueron colocados en las laderas de las montañas, haciéndolos visibles para los pueblos que se encontraban a sus pies. Las dos culturas también persiguieron diferentes temas artísticos: las líneas de Nasca a menudo consisten en líneas o polígonos, pero muchas de las nuevas figuras de Paracas representan a seres humanos.
“La mayoría de estas figuras son guerreros”, asegura el arqueólogo peruano Luis Jaime Castillo Butters, co-descubridor de los nuevos glifos. “Estos podían ser vistos desde cierta distancia, por lo que la gente los hubiera visto; pero con el tiempo, fueron borrados por completo”, agrega.
Una visión desde el cielo y el espacio
Los nuevos geoglifos añaden datos cruciales sobre la cultura Paracas, así como la misteriosa cultura Topará, que marcó la transición entre los Paracas y los Nasca. Siglos antes de que se hicieran las famosas líneas de Nasca, la gente en la región estaba experimentando con la fabricación de geoglifos enormes.
“Esto significa que es una tradición de más de mil años que precede a los famosos geoglifos de la cultura Nazca, lo que abre la puerta a nuevas hipótesis sobre su función y significado”, reconoce el arqueólogo del Ministerio de Cultura de Perú Johny Isla, quien dirige la restauración y protección de las líneas de Nasca.
El trabajo de Isla es especialmente difícil, y los mapas irregulares lo complican aún más. Según Castillo, colega de Isla, de los 100 mil sitios arqueológicos estimados en Perú, solo unos 5 mil han sido debidamente documentados sobre el terreno. Incluso menos han sido mapeados desde el aire.
Castillo, profesor de la Pontificia Universidad Católica del Perú y ex viceministro de Patrimonio Cultural del país, ha defendido durante mucho tiempo el uso de drones y otras técnicas de cartografía aérea para catalogar sitios arqueológicos. Ahora, Isla y Castillo tienen mucha más información para trabajar, gracias a la National Geographic Explorer y a la “arqueóloga espacial” Sarah Parcak.
Después de ganar el Premio TED en 2016, Parcak fundó la iniciativa GlobalXplorer, que capacita a científicos ciudadanos para analizar imágenes satelitales de sitios arqueológicos y señales de saqueo. El primer proyecto de la plataforma invitó a voluntarios a mirar fotos satelitales de Perú.
“Cuando pensábamos a qué países iríamos… Tenía que ser un país que todos en el mundo supieran que era importante, donde el Ministerio de Cultura estuviera abierto a nuevas tecnologías, y donde la mayoría de los sitios estuvieran fuera de la vista y fueran bastante fáciles de detectar”, reconoce Parcak, arqueóloga de la Universidad de Alabama en Birmingham. “Perú definitivamente se ajusta a la ley”, afirma.
Ocultos a simple vista
Una vez que los voluntarios de GlobalXplorer marcaron potenciales objetivos en los datos satelitales, que pudieran ser posibles sitios arqueológicos o casos de saqueo; Parcak entregó luego las ubicaciones a los arqueólogos peruanos. Con el apoyo de la Sustainable Preservation Initiative (Iniciativa de Preservación Sustentable), Castillo y tres de sus estudiantes se embarcaron en una expedición de verificación en el terreno, con el apoyo de National Geographic Society.
Cuando el equipo de Castillo visitó las provincias de Nasca y Palpa en diciembre de 2017, no habían encontrado mucha evidencia de nuevos saqueos en los objetivos de GlobalXplorer. En su lugar, hallaron sitios saqueados durante décadas, además de usurpaciones impulsadas por las crecientes minas de oro ilegales de la región.
Pero cuando los investigadores fotografiaron los sitios desde arriba con drones, encontraron algo nuevo e inesperado. Las imágenes de alta resolución contenían indicios de docenas de geoglifos antiguos, tallados en la corteza del desierto.
¿Cómo podrían ocultarse tantos geoglifos a la vista? Con el tiempo, muchas de las líneas y figuras se han reducido a débiles depresiones en el suelo, visibles solo en escaneos 3-D del terreno capturados por la perspectiva de “ojo de águila”, proporcionada por los drones. Y a pesar del imponente poder de inspección de los satélites, no pueden ver todo.
El satélite más poderoso que utiliza GlobalXplorer puede ver un objeto de un pie de ancho (unos 30 centímetros) desde 383 millas (unos 616 kilómetros) sobre la superficie de la Tierra. Eso es el equivalente a ver un solo cabello humano a más de 650 pies de distancia (unos 198 metros). Pero las líneas que trazan los geoglifos recién descubiertos son de apenas unos centímetros, demasiado finas para ser detectadas desde el espacio.
Los drones de vuelo bajo que operan a altitudes de 200 pies (unos 61 metros) o menos; en contraste, pueden detectar objetos de menos de media pulgada de ancho (aproximadamente 1,25 centímetros). “La resolución (de la cámara de drones) es increíblemente alta”, dice Castillo.
Más para descubrir, más para proteger
Ahora que los investigadores han documentado las nuevas líneas, están ansiosos por protegerlas. Los nuevos geoglifos están dentro del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO que abarca las líneas de Nasca y Palpa, y según Isla, no están bajo amenaza inmediata.
Sin embargo, las líneas recién descubiertas aún no se han registrado en el Ministerio de Cultura del Perú. El codescubridor de las líneas, Fabrizio Serván, un estudiante de la Pontificia Universidad Católica del Perú, afirma que actualmente se están redactando los mapas y dibujos necesarios.
Quizás las líneas pronto tendrán compañía. Los usuarios de GlobalXplorer han marcado cientos de nuevos sitios potenciales que los arqueólogos peruanos continuarán verificando en el terreno este otoño e invierno local.
“Los datos y la información obtenidos con el proyecto GlobalXplorer son extraordinarios en calidad y cantidad, y sobre todo en un período de tiempo relativamente corto”, asegura Isla. “Esto nos pone a la vanguardia en el registro de sitios arqueológicos y geoglifos en particular”, agrega.
“Entregamos la información a los expertos locales: este es su patrimonio cultural, son los interesados”, apunta Parcak. Y añade: “Estamos proporcionando un recurso”.
En el futuro, tal como afirman Parcak y Castillo, los datos de GlobalXplorer pueden ayudar a proteger los sitios arqueológicos de invasiones urbanas y rurales no planificadas que, más allá del saqueo y las ocasionales conducciones errantes de camiones, son en gran parte las mayores amenazas que enfrentan los geoglifos peruanos.
Castillo describe la usurpación continua como “tráfico de tierras”: un esfuerzo sofisticado dentro del Perú para forjar obras y construir viviendas ilegales, borrando el patrimonio cultural del país en el proceso.
“No estamos luchando contra un saqueador con su pala, huyendo cuando suena un silbato; estamos luchando contra un ejército de abogados”, él reconoce. “Esta es una batalla constante, por lo que el trabajo que estamos haciendo -la documentación de los sitios; la geo-referenciación- es la mejor protección que podemos ofrecer a los sitios”, concluye.