Por: Leonardo Peña Ocaris.
Desde comienzos del nuevo milenio no se volvió a saber nada de ella. Sólo eran recuerdos. La icónica estatua de Daniel Antolínez de esa leyenda del fútbol cucuteño se había desvanecido.
Todos la conocimos allí, en el único lugar que estuvo por décadas, a la entrada de la tribuna de occidental del antiguo General Santander.
Su esfinge nutría de historia y mito cada domingo a los hinchas que acudían al estadio a ver jugar a nuestro amado y desaparecido Cúcuta Deportivo.
«Cuando arrancaron las obras de construcción de la nueva tribuna por allá en el 2006, la estatua fue arrumada en un cuarto de materiales de construcción en el mismo estadio y alguien se la robó, porque nadie volvió a verla» dijo Don Pedro Quintero, un veterano seguidor del Doblemente Glorioso que vive cerca al Coloso de Lleras.
En el 2015, quien escribe este artículo, yo, Leonardo Peña Ocarís, realiza un Informe de Tv para el Canal Tro. Lo titulé: «Apareció Otra Estatua de Daniel Antolínez». La nota provocó curiosidad en el comerciante cucuteño Andrés Andrés Ramirez, amante del deporte y súper hincha de la escuadra rojinegra junto a su padre.
«Mi misión desde que vi su informe Leo fue buscar por cielo, mar y tierra la estatua original de Daniel Antolínez», expresó Andrés, quien es hoy y desde hace varios años promotor y creador del proyecto de fundar un Museo del Deporte Nortesantandereano. Y fue así como desde el 2015 la desaparecida estatua del legendario portero motilón se convirtió en una obsesión para Andrés.
Daniel Antolínez Sayago nació en el barrio Callejón de Cúcuta en 1911. Antes de la aparición del Fútbol Profesional Colombiano en 1948, se efectuaban en nuestro país en las décadas de los 20, 30 y 40 las Olimpiadas Nacionales. Daniel representó por muchos años a nuestra región en varios seleccionados.
Su leyenda cuenta, que jugaba en todas las posiciones del campo, pero sería la de portero la que lo inmortalizaría.
«El año preciso se desconoce y no es mito, la hazaña fue real. En cierto partido cuando el General Santander aún no existía, Daniel Antolinez debía atajar una pena máxima. Se decía que Daniel era un loco de la época por el estilo de René Higuita. Dicen que segundos antes de cobrar el rival el penalty, Daniel se vendó los ojos y reto al ejecutor que le atacaría el cobro con los ojos cerrados. Ese fue el momento en que Daniel se transformó en un héroe local al tapar un penal con los ojos vendados. Decían que tenía una gran intuición» comenta emocionado Andrés.
Aprovechando la magia del internet, Andrés comenzó la búsqueda de la estatua extraviada. Pasaron meses y meses, y los meses se convirtieron en cinco años. Hasta que en este 2021 una pista apareció.
«Alguien me dijo que estaba en la entrada de una casa en el barrio San Rafael Parte Alta, pero que el sector era muy peligroso. Pero me fui solo y después de subir y bajar unas lomas, la encontré. Se me erizaron los pelos, me puse ansioso, nervioso, no lo podía creer. Era cierto, mi búsqueda había terminado. Estaba frente a la histórica estatua perdida de Daniel Antolínez».
La estatua estaba desmembrada. No tenía piernas de las rodillas para abajo. No tenía manos y tampoco tenía el balón, aquel balón que lo hizo leyenda.
Mejor dicho, Daniel Antolínez Estaba descuartizado. Bajo su color metálico original, la cubrían varias manos de pintura de todos los colores que la desnaturalizaron por completo. Pero lo que más resaltaba a pesar de su doloroso estado de salud, era su casaca rojinegra, que alguien le pintó en los años que permaneció traspapelada.
Y fueron por esos años de destierro que Daniel visitó otra vez la infamia del abandono. Relata el señor que tuvo en su poder la estatua en el barrio San Rafael, que cierta vez pasando por una construcción en el centro de Cúcuta, alcanzó a notar una pequeña cabecita humana con rostro desfigurado que asomaba por en medio de bolsas de basura y toda clase de desechos.
«El me dijo que la tomó y se la llevó para su casa y allá la tuvo varios años hasta cuando yo lo contacté».
Andrés prometió entregarme la primicia periodística de la reaparición de la estatua del ídolo y aquí la pusimos, debajo de un arco de una portería de fútbol, en su casa.

Mientras escribo con mucho orgullo esta crónica, la figura de Daniel Antolínez ya reposa en el taller de un escultor de la ciudad que adelanta su restauración con mucho cuidado.
«Creemos que un mes estará restaurada totalmente, como nueva, lista para que la veamos en acción, y sobre todo, para que las nuevas generaciones conozcan de esta leyenda, conozcan de nuestro primer gran héroe del fútbol cucuteño».
No sabemos qué pasará cuando el nuevo Daniel Antolinez reaparezca con toda su esencia y magia. ¿Alguien deseará comprarla? Algún exdirectivo del Cúcuta Deportivo o seguidor acérrimo querrá verla de nuevo a la entrada del General Santander. No lo sabemos. Andrés tampoco lo sabe. Lo que sí sabe, es que por ahora la estatua de Daniel Antolinez es la nueva Joya de la Corona para el Museo del Deporte Nortesantandereano.
«Hay noticias muy buenas sobre el museo donde Daniel tendrá su nuevo hogar por mucho tiempo. Pronto, muy pronto les informaré…», y así, con ese anuncio nos despedimos por ahora de Daniel y Andrés.
Lo veraz, es que hemos recuperado un mito perdido, una leyenda olvidada, gracias a un cucuteño que no se rindió en la búsqueda de una era pasada en la que fuimos grandes, en la búsqueda de un símbolo de nuestra cucuteñeidad.